Hacia una Nueva Meta Colectiva y Cuantificable (NCQG) de financiamiento climático que sea justa, inclusiva y eficaz. Visiones desde América Latina y el Caribe
Por: Emilio Spataro / Asociado de Diplomacia para la Biodiversidad en GFLAC
Uno de los principales procesos que sin duda, será determinante para la mitigación de gases de efecto invernadero, el fortalecimiento de la capacidad de adaptación y la atención de las pérdidas y daños en los países desarrollados; es el establecimiento de un Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado de Financiamiento Climático (NCQG, por sus siglas en inglés).
Conforme a las decisiones de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), este objetivo debe ser diseñado y aprobado antes del año 2025.
Entre los temas abordados se encontró:
La importancia de establecer objetivos útiles para América Latina como una oportunidad de corrección de un sistema de financiamiento sesgado, especialmente en términos de financiamiento climático destinado mayormente a la mitigación y transición energética.
La identificación de elementos clave para una meta robusta, destacando la importancia de criterios políticos y técnicos en su determinación.
La necesidad de definir claramente el alcance de la nueva meta, en consonancia con el artículo 9 del acuerdo, y establecer un enfoque a largo plazo con revisiones periódicas cada 5 años para asegurar su cumplimiento efectivo.
El evento virtual
Luego de las palabras de bienvenida la Dra. Sandra Guzmán, Fundadora y Directora General de GFLAC realizó una contextualización acerca donde nos encontramos con respecto discusión de la NCQG. Al respecto Guzmán mencionó:
"el contexto ha cambiado mucho desde que se estableció la meta de los 100,000 millones en 2009 al establecimiento de la nueva meta en 2024. Es una conversación que se ha venido dando a lo largo de los últimos dos años. Hay una gran diferencia en el contexto. Cuando hablábamos de los 100,000 millones, no existía un acuerdo universal; ahora tenemos el Acuerdo de París. Antes no teníamos contribuciones nacionalmente determinadas, aunque teníamos otros instrumentos. Ahora tenemos contribuciones y políticas nacionales de adaptación que son cada vez más robustas, aunque ciertamente todavía tienen muchas áreas de mejora. Antes, la meta de los 100,000 millones se basó en los compromisos políticos de los países donantes, mientras que esta nueva meta debe tomar en cuenta las necesidades y prioridades de los países en desarrollo”.
Luego fue el turno de Andrés Mogro, Gerente del Programa de Resiliencia y Transición Climática de Fundación Avina, quien hizo hincapié en los servicios ecosistémicos que América Latina brinda al mundo tanto por su biodiversidad como por la producción de alimentos que colaboran en la seguridad alimentaria de una parte importante del mundo. Por lo cual Mogro plantea que a la hora de definirse el financiamiento climático debería reconocerse el aporte que están haciendo regiones que a su vez sufren las consecuencias del cambio climático y necesitan mayor inversión en adaptación, cuando la tendencia actual ha sido de mayor financiamiento en mitigación. Al respecto dijo:
“el financiamiento hasta ahora no no aprecia esto, entonces ha estado enfocado a reducir emisiones y a hacerlo en donde sea más barato y donde donde sea una inversión con más rédito creo que esa es una oportunidad importante, es nuestra oportunidad de corrección”.
Este año 2024 hay un plan de trabajo establecido por los facilitadores de esta conversación, en donde se habla de llevar a cabo al menos tres diálogos técnicos y también tener una conversación de alto nivel para el diseño y la identificación de esos elementos. Además, empezar a trabajar sobre un texto que pueda negociarse de manera temprana.
Estamos en el tercer año para la definición de la nueva meta. Como toda decisión importante, hay muchos acuerdos y desacuerdos teniendo presente las diferentes visiones que tienen las partes sobre esta meta. Sin embargo, hay desacuerdos sobre hacia dónde debería ir el financiamiento de esta nueva meta. Algunos países en desarrollo quieren que no solo sea el destino la mitigación y adaptación sino también las pérdidas y daños, incluso hablan de la transición justa. Mientras que los países desarrollados quisieran que solo se refleja la mitigación y adaptación y no tanto las pérdidas y daños.
Sobre las fuentes de financiamiento, los países en desarrollo prefieren que el recurso venga de los países desarrollados y que sea principalmente público y basado en donaciones para evitar el incremento de la deuda. Mientras que los países desarrollados quieren integrar financiamiento privado.
Continuó la disertación Natalia Alayza, Gerente del Centro de Finanzas Sostenibles de WRI, quien ante la pregunta disparadora ¿Cuáles son los retos más grandes para alcanzar acuerdos respecto a la meta? respondió:
“en el marco de la nueva meta creo que aún el proceso en sí mismo ha ayudado a identificar precisamente los elementos que has explicado en la presentación de cuáles son esos elementos claves para poder tener una meta suficientemente robusta que no sea únicamente basada en el número en un número.(...) La nueva meta puede constituir también una meta global de inversiones a las cuales todos los países, todos tienen un rol es decir, un rol no solamente en movilizar recursos sino también alinear sus marcos legales en alinear las políticas y desarrollar las condiciones habilitantes para poder movilizar los recursos”.
Por último cerró la lista de oradores Genn Godoy de Global Youth Coalition, Punto de contacto finanzas y mercados para YOUNGO. Godoy contextualizó acerca de los riesgos que hay que considerar las necesidades de los países en desarrollo, mencionando:
“el enfoque geopolítico y los conflictos que existen están desviando mucho financiamiento del financiamiento climático y de biodiversidad a otras cosas que van completamente en contra, como son la guerra armada”.
Godoy también aprovechó para alertar sobre el poco espacio fiscal de los países en desarrollo para invertir en adaptación dado el peso de la deuda externa.
Ya en en el debate general los oradores coincidieron en analizar que en cuanto a la línea del tiempo, los países en desarrollo quieren que esta meta se materialice en el corto plazo, no más allá de 5 años. Mientras que los países desarrollados hablan de una visión de largo plazo, incluso proponiendo revisiones cada 10 años.
Por último, los aspectos cualitativos son importantes. No hay un acuerdo sobre cómo deben reflejarse temas como acceso, deuda, equidad de género, y derechos humanos. Tampoco hay un acuerdo sobre cuánto debería ser la meta. Los países en desarrollo hablan de considerar las necesidades que van entre 1 a 5.8 trillones de dólares, mientras que los desarrollados no han establecido propuestas cuantitativas claras.
Para reflexionar
Sabemos que esta meta debe basarse en necesidades. Si analizamos el estado actual del financiamiento versus las necesidades, el 80% del financiamiento climático se va a la mitigación, menos del 15% a la adaptación y una porción muy pequeña a pérdidas y daños. La mayor parte del financiamiento incrementado viene del sector privado, no del público. Las necesidades de los países en desarrollo indican que su prioridad es la adaptación, que no debería incrementarse la deuda, y que haya un acceso más sencillo y efectivo.
En resumen este seminario virtual buscó continuar la conversación sobre el estado de las cosas en materia de la nueva meta, para identificar avances, retos y posibles vías para diseñar una meta que sea inclusiva, equitativa y eficaz, con el fin de contribuir al proceso formal desde la sociedad civil.
Revive el diálogo aquí:
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